viernes, 18 de febrero de 2011

Discurso inaugural de Mies Van der Rhoe como director de la sección de arquitectura del Armour Institute of Technology (1938)

Toda educación debe dirigirse hacia el terreno práctico de la vida
Pero, para poder hablar de autentica educación, debe superarla yendo al  circulo de lo personal, y llegar hasta una formación de la persona.
La primera meta debe permitir a la persona manejarse en la vida práctica. Procurarle el conocimiento y la capacidad necesarios para ello. La segunda meta tiende hacia la personalidad. Permite hacer uso correcto del conocimiento y capacidad heredados.
Así, la autentica educación no apunta solamente hacia las finalidades, sino también hacia los valores. Por nuestras finalidades estamos ligados a la estructura concreta de nuestra época. Los valores, en cambio, están anclados en la definición espiritual del hombre. Nuestras finalidades determinan el carácter de nuestra civilización, nuestros valores, la altura de nuestra cultura.
Aunque finalidad y valor están separados, aunque surjan en terrenos distintos, también están estrechamente relacionados uno y otra.
¿A que se referirían, si no, nuestros sistemas de valores, más que a nuestras finalidades, y como conseguirían esas finalidades su sentido, más que a través de los valores?
Ambos ámbitos forman la esencia humana. El uno le permite a la persona su existencia vital, la otra, en cambio, le posibilita la existencia espiritual.
Si estas frases tienen validez para cualquier actividad del hombre, incluso para la mas silenciosa exteriorización de una opinión, tanto más adecuadas serán en el campo del arte de construir.
El arte de construir se arraiga pro completo en sus formalizaciones más sencillas, en lo utilitario. Pero asciende toda la escala de valores hasta el grado más alto del sentido espiritual, en el terreno de lo que tiene verdaderamente sentido, hasta la esfera del arte puro.
Toda enseñanza de construcción debe contar con esta situación si quiere llegar a alcanzar su meta.
Debe encajar en esta estructura.
No puede ser en realidad más que diferenciación efectiva de todas esas dependencias y relaciones.
Debe hacer visible, paso a paso, lo que es posible, lo necesario, lo que tiene un sentido.
Si enseñar tiene un sentido, consiste en formar y responsabilizar.
Debe llevar desde la irresponsabilidad de la opinión a la responsabilidad del juicio.
Debe llevar desde el terreno de lo casual y descuidado, hasta la clara reglamentación de un orden espiritual.
Por eso conducimos a nuestros estudiantes a través del disciplinario camino de los materiales, más allá de los fines, hasta la formalización.
Queremos guiarles hasta el sano mundo de las construcciones primitivas, allí donde todavía cada hachazo significaba algo, y donde un golpe de escoplo era una autentica declaración.
¿Donde aparece con más claridad la trabazón de una casa o de un edificio, más que en las construcciones de madera de los antiguos?
¿Donde mejor la unidad de material, construcción y forma?
Aquí se mantiene oculta la sabiduría de toda una raza
¿Qué sentido del material y que fuerza expresiva habla desde esos edificios?
Que calor irradian y que bellos son. Suenan como viejas canciones.
En la construcción en piedra encontramos lo mismo. Que sentimiento natural habla desde ella.
Que clara comprensión del material, que seguridad en su utilización, que sentido de aquello que se puede y se sabe hacer en piedra. ¿Donde encontramos tal dominio en la estructura? ¿Donde encontramos más fuerza sana y belleza natural que aquí? Con que comprensible claridad descansa una viga de cubierta sobre esas viejas paredes de piedra, y con qué sentido cortamos una puerta en esas paredes.
¿Donde, si no, debieran crecer los jóvenes arquitectos, si no al aire fresco de ese mundo sano, y donde podrían, si no, aprender a actuar en forma simple y sensata, más que con esos maestros desconocidos?
El ladrillo es otro maestro de enseñanza. Que espiritual es ya su formato, pequeño, manejable, bueno para cualquier finalidad.
Que lógica muestra su sistema de proporciones. Que vitalidad su juego de aparejos. Que soberanía posee el más sencillo paño de pared. Pero que disciplina requiere ese material.
Así, cada material posee sus propias cualidades, que se deben conocer para poder trabajar con él.
Eso vale también para el acero y el hormigón. Reconocemos que no se consigue nada por el material, sino solo por el uso correcto del material.
Tampoco los nuevos materiales nos asegurar una superioridad. Cada materia solo vale lo que hacemos con ella.
Igual que los materiales, también queremos aprender la naturaleza de nuestros fines.
Queremos analizarlos claramente. Queremos saber cuál es su contenido. En qué se diferencia realmente un edificio de viviendas de cualquier otro edificio. Queremos saber lo que puede ser, lo que debe ser y lo que no debe ser.
Queremos, por tanto, aprender a conocer su esencia.
Así, queremos investigar cualquiera de las finalidades que se nos presenten, trabajar su carácter y colocarlo como punto de partida hacia la formalización.
Igual que queremos forjarnos en un conocimiento de los materiales, queremos aprender a conocer la naturaleza de nuestros fines y el lugar espiritual en el que nos encontramos.
Eso es un punto de partida para la correcta actuación en el campo cultural. También aquí debemos saber lo que es, porque dependemos de nuestra época.
Por eso deberíamos conocer las fuerzas básicas y progresistas de nuestro tiempo. Debemos emprender un análisis de su estructura y de los materiales funcionales y espirituales.
Queremos aclarar en que nuestra época coincide con épocas anteriores y en qué se diferencia.
Aquí aparecerá a la vista de los estudiantes el problema de la técnica.
Intentaremos plantear preguntas autenticas.
Preguntas sobre el valor y el sentido de la técnica.
Queremos mostrar que no solo nos ofrece poder y grandeza, sino que también encierra peligro.
Que sirve tanto para lo bueno como para lo malo. Y que el hombre debe decidirse aquí correctamente.
Cada decisión lleva hasta una forma determinada de orden. Por eso también queremos iluminar todos los órdenes posibles y poner en claro sus principios.
Queremos reconocer el principio mecanicista del orden como una enfatización de tendencias materiales y funcionales.
Eso no satisface nuestro sentido por la función auxiliar del medio y nuestro interés por la virtud y el valor.
El principio idealista del orden, a su vez, no puede por su enfatización de lo ideal y de lo formal, satisfacer nuestro interés por la verdad y simplicidad ni tampoco responder a nuestra comprensión practica.
Aclaremos el principio orgánico del orden, como una determinación del sentido y la masa de las partes en su relación con el todo.
Y hacia aquí nos encaminaremos.
El largo camino del material, por encima de los fines, hacia la formalización, tiene esta meta exclusiva:
Conseguir orden en el caos incurable de nuestros días.
Queremos un orden que dé a cada cosa su sitio, y queremos darle a cada cosa lo que le corresponde según su esencia.
Queremos hacerlo de modo tal que el mundo de nuestras creaciones comience a florecer desde su interior.
No queremos nada más, tampoco podemos más.
No hay nada más ligado a la meta y sentido de nuestro trabajo que la profunda palabra de San Agustín: 
“Lo bello es el resplandor de la verdad”

Mediante la transmisión del conocimiento y saber necesarios, la enseñanza de la construcción de la sección de arquitectura formara a los arquitectos. Mediante su educación, sin embargo formara el hombre; lo capacitara para hacer uso correcto de este conocimiento y saber adquiridos. Porque la enseñanza pone su meta en finalidades, mientras que la educación la pone en valores, pues el sentido de la enseñanza es formar y responsabilizar. Debe contraponer la no obligatoriedad de la opinión a la obligatoriedad de la comprensión, guiando desde la simple casualidad hasta la clara disciplina de un orden espiritual.
El arte de construir tiene sus raíces, con sus formas más sencillas, en lo que tiene una función, pero se eleva sobre la escala de todos los valores hasta el trono del ser espiritual, en la esfera del arte puro.
Desde esta idea debe progresar toda la enseñanza de la construcción. Paso a paso debe aclarar lo posible, lo necesario, lo que tiene sentido. Por ello, los distintos sectores de la enseñanza estarán tan relacionados entre sí, que dé en todo momento una ordenación orgánica, para que los estudiantes puedan siempre abarcar globalmente el conjunto de la construcción y trabajarla.
Aparte de la formación científica, los estudiantes deben aprender primero a dibujar, para dominar los medios técnicos de expresión y para el adiestramiento de sus ojos y manos. Mediante ejercicios, se les debe aclarar el sentido de la proporción, la estructura, la forma, el material, sus relaciones y posibilidades de expresión. Entonces deben poder conocer los materiales y construcciones sencillas de madera, piedra y ladrillo; a continuación las posibilidades constructivas del hierro y del hormigón armado. Al mismo tiempo deben aprender la relación sensata de estos elementos constructivos y su expresión formal inmediata.
Cada material, da igual si natural o artificial, tiene cualidades propias, que se deben conocer para poder trabajar con ellos. Los nuevos materiales y las nuevas construcciones no aseguran por sí mismas el saber hacerlo mejor. Lo decisivo es su empleo correcto. Cada pieza vale solo por lo que se sabe hacer con ella.
A la comprensión de materiales y construcciones se une la de las funciones. Deben analizarse claramente, y su contenido ser expuesto. Se ha de hacer evidente en que se diferencia un edifico de otro, en qué consiste su existencia real.
Una introducción a los problemas de la construcción de la ciudad debe transmitir sus bases, y la conexión entre todos sus edificios, poniendo en evidencia su relación con el organismo urbano.
Finalmente, y como síntesis de toda la enseñanza, seguiría una introducción en las bases artísticas de la construcción, en la esencia de lo artístico, la aplicación de sus medios y su realización en la obra.
Respecto al estudio, también debe aclararse la situación espiritual de nuestra época, de la que dependemos. Debe analizarse en que concuerda nuestra época con las anteriores y en qué se diferencia, en sentido material y espiritual. Por eso, también se deben estudiar las construcciones del pasado y se debe dar una visión vital de ellas. No solo para extraer de ellas escala arquitectónica de grandeza y significado, sino también debido a que, como están ligadas a una situación histórica irrepetible, obligan a resultados creativos propios.

No hay comentarios:

Publicar un comentario