viernes, 18 de febrero de 2011

Quién le teme a los Maestros Mayores de Obra

ARQ. RODOLFO LIVINGSTON
“Cirugía de Casas” Editorial CP 67
LOS ARQUITECTOS SE QUEJAN de que los maestros mayores de obra les quitan trabajo, refiriéndose, por supuesto, a los trabajos chicos, especialmente a las reformas.

ANALICEMOS UN CASO TIPICO
Supongamos que el propietario de una vivienda más bien modesta desea encarar una reforma, y que, como quiere hacer las cosas bien, llama a un arquitecto. Lo más probable es que, una vez que se encuentra frente al profesional, extraiga un planito hecho con birome en papel cuadriculado y le explique, con su mayor buena voluntad, su proyecto; porque en realidad no sabe como se maneja un arquitecto y se dirige a él como si fuese un albañil.

El arquitecto entonces comienza a hablar de croquis preliminares, anteproyecto, y continúa con una muy complicada explicación sobre porcentajes escalonados, aplicados a un monto que, como en las películas de misterio, recién se conocerá al final de la obra y que es desglosable, a su vez, en otros porcentajes por ‘proyecto’ y ‘dirección’.

El cliente se va demudando progresivamente ante semejante complicación y trata de salvar la cosa con una contrapropuesta: “Mirá... la cuestión es empezar. Lo que quiero es una persona que se ocupe de todo”. El arquitecto siente entonces la necesidad de enganchar la obra de todos modos. Tira por la borda las pautas que le impuso el Consejo Profesional y, sobrevolando como Dios lo ayude la incómoda etapa de las tratativas y del proyecto, se encuentra, pocos días después, contratando obreros y comprando materiales (los he visto salir de un corralón con doble ‘T’ (viga de hierro) atado sobre el techo del auto).

¿Qué le ocurrió a mi colega? No supo como decodificar la demanda manifiesta de la demanda latente (nadie le habló nunca de eso) y no contaba con propuestas alternativas para responder de manera sencilla, efectiva y ágil, al pedido de auxilio de su cliente. Su invalidez operativa y conceotual ante una situación no prevista, lo condujo a optar entre ser ‘maestro mayor de obra’ o nada. Y optó por ser constructor, y también empresario.
Fue él, entonces, quien le arrebató su rol al constructor y no al revés. Y como nunca fue preparado para eso, lo más probable es que fracase, contribuyendo así a reforzar, una vez más, el conocido alejamiento entre clientes y arquitectos.

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